Texto en base a opinión de Fernando Buitrago
En las recientes elecciones, el pastor Carlos Peña ha sido uno de los grandes perdedores, obteniendo menos del 1% de los votos. Su campaña, marcada por un lenguaje de odio y múltiples ofensas contra el presidente Luis Abinader, ha fracasado rotundamente. Peña intentó utilizar la religión como herramienta política, violando la ley de partidos que prohíbe el uso del tema religioso con fines electorales. Esta estrategia, que buscaba manipular los sentimientos religiosos de la gente, se ha vuelto en su contra, dejándolo como un charlatán ante los ojos del electorado.
La periodista Consuelo Despradel, al confrontar a Peña, dejó claro que la ley de partidos no permite mezclar religión y política, a pesar de los intentos de Peña y sus cómplices de presentarse en una «doble condición» de pastor y político. Este tipo de manipulación religiosa no es exclusiva de Peña. En Santo Domingo Este, Dio Astasio también intentó usar su posición de pastor para hacer política, pero el resultado fue el mismo: un rechazo absoluto.
El uso de la religión de manera perversa, tratando de vincular el voto pro-Palestina con un voto contra el «pueblo de Dios», fue otra estrategia fallida. La población dominicana no permitió ser manipulada y prefirió votar por otros candidatos, incluso aquellos con críticas hacia el gobierno actual y la situación económica, antes que por aquellos que intentaban explotar sus creencias religiosas para obtener votos.
El rechazo a la manipulación religiosa y el uso de fake news fue contundente. El electorado demostró que no apoyará a aquellos que, como Carlos Peña, intentan utilizar la fe y el odio para ganar poder. Peña, quien se presentaba como pastor pero actuaba más como un provocador lleno de resentimiento, no logró conectar con los votantes. Su derrota muestra que el pueblo dominicano exige una política basada en la justicia y el respeto, no en la manipulación y el engaño.
En resumen, el fracaso de Carlos Peña en las elecciones subraya un importante mensaje: los intentos de manipular a través de la religión y el odio no tienen cabida en la política dominicana. El pueblo ha hablado, dejando claro que no permitirá ser engañado por charlatanes que buscan dividir y sembrar discordia.